Hola, chicos, hola chicas, good morning perros, good evening cats, good cheese mouses...
Soy Daniel Nesquens. Ya sabéis, ese escritor que ha escrito Hasta (casi) 100 bichos.
César, vuestro maestro, se ha enterado que me encantan los animales. Así es.
Mi casa está llena de bichos. De todo tipo y condición. Y es que me encantan.
Igual los perros, que los gatos, que los periquitos, que los búhos, que las boas (bueno, las boas no tanto, que te muerden y luego tienes que ir al médico e igual el médico está de vacaciones en Peñíscola, y no es cosa de gritar: ¡Hay algún médico en la playa?).
Recuerdo que cuando era pequeño me encontré un perro pequeño, de esos marrones con alguna mancha blanca. Pues me lo llevé a casa, lo duché, lo invité a cenar y ya se quedó en casa a vivir. Era un perro muy listo. Igual le llevaba a mi padre el periódico que le cambiaba el aceite al coche. Una pasada lo listo que era el chucho. También era un poco testarudo y algo envidioso. Cuando se enteró de que me había matriculado en la escuela de Ingenieros, él se matriculó también. Juntos hicimos la carrera, juntos dibujamos los planos para el proyecto final de carrera.
Quedaban dos días para acabar el quinto curso cuando conoció a un perrita francesa. Se llamaba Erasmus, la perra. Se enamoraron. Y como en los cuentos: se casaron. Ahora viven en una ciudad del norte de Francia. Esta misma mañana he recibido una carta de ellos: que se encuentran estupendamente, que ya tienen seis perritos y que, si todo va bien, llevan idea de venir a verme estas vacaciones. Ya digo: guau.
Daniel Nesquens
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