Agatha Blue nos dejó un comentario en el artículo "¡No os perdáis...!", donde nos redirigía a su blog para mostrarnos una historia preciosa, tanto por el contenido como por la forma.
Leamos esto y seguro que aprendemos un poquito a querer a los gatos... y a escribir. Es un relato que merece la pena.
En su blog nos introducía así:
Para los niños de "El cuarto hocico"
Ayer por la tarde, descubrí en un programa la labor de "El cuarto hocico".
Un grupo de niños se han propuesto mover el mundo y no tengo ni media duda que lo conseguirán.
Su labor consiste en velar por el buen cuidado de los animales y animan a que gente de otros colegios sigan su ejemplo participando en este blog. Si eres maestro, participas en labores del cole de tus niños o quieres que ellos sigan el ejemplo de "El cuarto hocico", visita su web y echa un vistazo.
Y tal y como les he prometido, aquí va la historia de Ying:
Un grupo de niños se han propuesto mover el mundo y no tengo ni media duda que lo conseguirán.
Su labor consiste en velar por el buen cuidado de los animales y animan a que gente de otros colegios sigan su ejemplo participando en este blog. Si eres maestro, participas en labores del cole de tus niños o quieres que ellos sigan el ejemplo de "El cuarto hocico", visita su web y echa un vistazo.
Y tal y como les he prometido, aquí va la historia de Ying:
Esta gata que preside este post, es con la que tenemos el placer de compartir nuestra vida y nuestra casa. Y digo "compartir" porque a veces nos da la sensación de que es ella quien nos a adoptado a nosotros y nos permite convivir a su lado... bueno, ya sabéis como son los gatos...
Hace unos ocho años, al salir del cine nos la encontramos en la calle al girar una esquina y B. se agachó a acariciarla. Para aquel entonces, me daban un poco de asco los gatos, he de reconocerlo... con esa cara que tienen que parece que te están sometiendo a juicio... y le dije: "Deja, deja... no la toques mucho"... Busqué en el bolso, pero lo único comestible que tenía eran unas galletitas de cereales, así que partí una en trocitos y asombrada comprobé como vino hasta mi mano, me olisqueó, me miró a los ojos como preguntándome: "¿No tienes algo mejor?" y seguidamente se la comió como si fuera una marquesa a la hora del té.
Al retomar el paso nos siguió y aunque aceleré un poco para que B. no se encariñara, ya era tarde, porque había sido un auténtico flechazo.
Para colmo de mis males empezó a llover y nos miró con esa carita que saben poner para hacerte sentir culpable. Así que la cogimos y la llevamos a casa.
Cuando ella y yo nos quedamos a solas, le deje bien claro que esto era algo puntual y que en cuanto le buscara una nueva residencia, saldría por donde había entrado. Mientras se comía un tranchete de queso, pareció acceder al trato.
Tardé unas tres semanas en ponerle nombre, ya que tenía miedo de que el hecho de bautizarla me comprometiera a una relación mas seria con ella... y yo, para aquel entonces no estaba muy por la labor de prometer amor eterno a una mascota (aunque confesaré, que hacía bastantes días que le había cogido cariño a esa bola de pelo que ronroneaba cada vez que le hablaba y que me seguía como a el Flautista de Hammelín por toda la casa... por lo visto, a mi también me había conquistado.)
La noche que vimos la película "The eye", descubrimos a la protagonista, una niña china que se llamaba Ying-Ying y pensamos que ese, era un buen nombre para aquella nueva compañera de piso que dormía sobre nuestro regazo.
La noche que vimos la película "The eye", descubrimos a la protagonista, una niña china que se llamaba Ying-Ying y pensamos que ese, era un buen nombre para aquella nueva compañera de piso que dormía sobre nuestro regazo.
A día de hoy sabemos que hemos cometido muchos errores en la educación de Ying, ya que es la gata mas consentida que hay sobre la faz de la tierra... pero es que éramos primerizos.
De vez en cuando, le da por maullar a la luna y como a las tantas de la madrugada no le hacemos ni caso, viene hasta nuestra habitación para hacernos partícipes de su interpretación y deleitarnos durante noches enteras con recitales gatunos encima de nuestra cama. Si seguimos ignorándola se acerca hasta el pasillo porque sabe que hay mejor acústica y sus maullidos resuenan con el eco. Es entonces cuando no hay modo de callarla y mientras sufro pensando en los vecinos y en los tres perros que viven en nuestra urbanización y que se han despertado para acompañar haciendo los coros con sus ladridos, intento chantajearla con Pringles y Jummpers (dos de sus patatas fritas preferidas, por las que en condiciones normales haría el pino con las orejas).
Y aunque suene a loca de las coles, os diré que la entendemos perfectamente cuando intenta comunicarse con maullidos: "Me falta comida" "Limpia mi bandeja de arena" "Me gustaría que YA MISMO abrieras la puerta del jardín" y su peculiar "MAAAAAAU!!!!" que significa: "Hazme caso YA! Necesito mimos."
Gatos... realmente son seres muy peculiares... y gracias a Ying, he aprendido a quererlos y respetarlos.
Muchas gracias, Agatha Blue. El Cuarto Hocico.
1 comentario:
¡Que emoción! ¡Gracias! Cuando queráis mas historias de gatos y en particular de Ying, no dudéis en solicitarlas! Estaré encantada de escribir minicuentos para vosotros... es lo mínimo. ;)
Agatha Blue*
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