Este es un relato que comparte con todos nosotros Noelia, maestra cuartohociquera del cole Nertóbriga, de La Almunia de Doña Godina. Es una historia preciosa que muestra la grandeza de un ser que es benévolo con una débil criatura. Noelia y sus alumnos cuartohociqueros lo han leído en clase y han estado exponiendo sus pensamientos. Os invitamos a hacer lo mismo:
Buda nació hace más de 2.500 años en el
norte de la India. Buda era un príncipe, hijo de un rey muy rico, y su nombre
era Siddartha. Cuando Siddartha nació, su padre envió a llamar a los sabios y a
los sacerdotes para que auguraran el futuro del joven príncipe. Uno de ellos
dijo que se convertiría en un gran emperador; otro dijo que sería un santo. El
último, dijo que dejaría su hogar y que se convertiría en un gran maestro
indagando en la vejez, la enfermedad y la muerte. Pero el rey quería que su
hijo fuera un gran emperador, no un monje, ni un maestro; de modo que dio
órdenes para que el príncipe creciera sin conocer nada acerca de la vejez, la
enfermedad o la muerte.
Siendo niño, a Siddartha nunca le
dejaron salir del palacio real, de manera que nunca pudo ver a gente anciana,
enferma o desdichada. Incluso las flores mustias se recogían en los jardines
reales, para que el príncipe no las viera. Lo único que conocía del mundo era
su rica familia, a sus sirvientes del palacio y a los animales que vivían en
los jardines del palacio. El joven príncipe aprendió a leer y a escribir, a
montar a caballo y a disparar el arco. Era muy bueno en todo eso; tan bueno,
que su primo Devadatta tenía envidia de él.
Ya en su juventud, el joven Siddartha
daba muestras de una naturaleza compasiva; y esto es lo que sucedió la primera
vez que vio a un animal sufriendo.

-
¡Mira!-
dijo Devadatta-. ¡Le di a la primera!
El gran pájaro blanco cayó al suelo
sangrando. Pero, en cuanto vio caer al cisne, Siddartha corrió hacia él. Le
sacó con mucho cuidado la flecha, cortó unas hojas y le enjugó la sangre; y
luego, acunó al ave entre sus brazos, acariciándole las plumas.
-
¡Aparta
las manos de mi cisne!- gritó Devadatta-. ¡No tienes derecho a tocarlo! ¡Es mi
cisne! ¡Yo lo abatí!
-
Sí-
dijo Siddartha-. Pero yo estoy intentando salvarlo.
-
Eso
no es justo- dijo Devadatta-. Es mío. Yo lo abatí. Debes entregármelo. Si no me
lo das, te llevaré ante el juez.
-
De
acuerdo-dijo el príncipe-. dejemos que decida el juez.
Devadatta y Siddartha fueron ante el
juez de la corte real del palacio y, mientras esperaban, Siddartha se negó a
separarse del cisne. Lo tuvo con él y lo acunó entre sus brazos. El juez
tendría que decidir. ¿A quién debería dársele el cisne? ¿A Devadatta, que lo
había abatido, o al príncipe, que había intentado salvarlo?
El juez miró atentamente al cisne, y vio
que se estaba recuperando de su herida. Entonces, emitió su veredicto. Dado que
el cisne estaba vivo gracias a los cuidados del príncipe, habría que permitirle
que lo conservara. Si, por el contrario, hubiera muerto, Devadatta, que era
quien lo había abatido, habría podido reclamarlo.
Tiempo después, el cisne se recuperó por
completo y el príncipe lo dejó en libertad. Siddartha se preocupó por los animales
durante toda su vida. Nunca mató a ningún ser vivo y dijo a sus seguidores que
no dieran muerte a nada que tuviera vida. Ésta fue la primera enseñanza de Buda.
(Relato
budista)
Fuente: “Cuentos para pensar” de Robert
Fisher.
Y la
pregunta clave que tengo para vosotros, cuartohociqueros es ¿qué significa este
relato para vosotros?
Noelia. Maestra en Nertóbriga, La Almunia de Doña Godina.
1 comentario:
Creo que demuestra que el cariño, el amor,la sensibilidad son medicinas en muchas ocasiones que nos "curan" como le ocurre al cisne que con el amor de Siddartha.
Son armas muy poderosas y que debemos tener la esperanza vencerán la malicia,el odio...Como cuando el juez decide dar el cisne a Siddartha.
La esperanza de que se hará justicia y lo bueno vencerá.
Muchas Gracias por compartirlo chicos!!!
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