Sabéis que ahora, en nuestros tiempos, una pitonisa es una señora que adivina (o dice adivinar) el futuro. Con bolas de cristal, o con los posos del café, o mirando tu mano dicen saber si te tocará la lotería (¡aunque no saben a ciencia cierta si serán millones o el reintegro!). Pero esta palabra, pitonisa, tiene un origen muy antiguo.
En la antigua Grecia, estas mujeres predecían el futuro en un lugar muy especial, del que vamos a hablaros ahora mismo:
El oráculo
de Delfos fue un gran templo sagrado
construido en Grecia, en la antigua ciudad de Delfos, al pie del monte Parnaso. Los griegos acudían al
oráculo para preguntar al dios Apolo y a otras deidades sobre las cuestiones
que los inquietaban.
El nombre de Pito (pito pito pitonisa) fue tomado de la serpiente Pitón que vivía en una cueva de estos
parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y
ser él quien presidiera el oráculo. De este nombre derivó el de Pitia o
Pitonisa, nombre que se le fue dando a las mujeres que interpretaban las
respuestas, es decir el oráculo.
El
oráculo en sí consistía en una grieta que había en la parte más profunda del
santuario, de donde salían vapores fríos que tenían la virtud de llevar al
éxtasis o hacer ver alucinaciones. Sobre la grieta se ponía un trípode de madera
dorada, y ahí se sentaba la profetisa. Ésta, a la que llamaban Pitia (por la
serpiente que habitaba allí) tenía que ser una doncella de noble cuna; en sus
orígenes era una joven, pero posteriormente ocupaba el cargo una mujer de unos
50 años.
En
las épocas prósperas del oráculo (cuando había mucho ambiente por allí) había
dos y hasta tres Pitias.
En
sus primeros tiempos la Pitia subía al trípode sólo una vez al año, pero luego
se estableció la costumbre de profetizar todos los días.
La
Pitia, después de lavarse y purificarse, entraba al santuario, bebía agua de la
fuente de Cassotis, que fluía en el santuario, probaba los frutos del viejo
laurel que crecía allí y tomaba asiento. Nadie más estaba presente, salvo un
sacerdote, llamado Prophetes (de ahí viene, qué cosas, la palabra profeta).
Éste señor era el que interpretaba las palabras extrañas que decía la pitonisa
y les daba forma métrica, esto es, las ponía en forma de verso. Muchas veces,
esas respuestas eran oscuras y enigmáticas, llenas de expresiones ambiguas (que
no quedaba nada claro lo que decían, vamos).
La historia del Oráculo de Delfos, cuenta que el grado
de acierto de las predicciones de las Pitonisas del templo era muy
alto, incluso cuando éstas se equivocaban, se atribuía el error a la
interpretación de lo dicho y no a la predicción.
Muchos han
discutido acerca de la veracidad del poder de las pitonisas. Se dice que el
trance que sufrían era provocado por un gas alucinógeno (y no por la
inspiración de Apolo) y que, al reproducir frases “enigmáticas” (o incoherentes),
los desaciertos eran atribuibles a una mala interpretación de sus palabras.
Como
curiosidad, os diremos que en uno de los muros del templo de Delfos había
escrita una frase inmortal de un personaje muy importante en la historia de la filosofía. La frase era: “Conócete
a ti mismo” (o “Nosce te ipsum”).
Pero… ¿quién dijo esa frase?
Fuente: Diccionario de Mitología Griega y Romana. Oskar Seyfert. Ed. Obelisco.
EL CUARTO HOCICO
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